sábado, 26 de mayo de 2007

La copa del final

La copa del final

Es curiosa la mañana; es curiosa por lo gris, es curiosa por mi amor y mi pena; interminable el gesto de la memoria, la escena temida, la palabra en vano y la certeza de saber que las cosas caen por su propia inercia, si no se atajan, si no se ubican en lugares apropiados y protegidos.
Mientras sentía el derrumbe, pensaba en mi relación con las cosas, recordaba mi poca cautela con unas copas de cristal añejo madeja amada, que me regaló mamá, porque se las regaló la abuela, y así. Yo no quería tenerlas, le pedí que no me las diera, que las guardara para mis hermanos, sin embargo quiso que las tuviera yo, porque de todas formas, a ella también se le iban a romper, porque ya se le habían roto tantas, que parece que en su nombre debía yo seguir rompiendo el amor de las mujeres.

La noche anterior me habías dejado; entonces recordé mi apuro para guardar objetos, el vértigo de amontonarlos sin cuidado, ni orden: los vasos, los platos, las copas, hasta que por fin una se rompió, y lloré. Había un raro placer en quitar ese objeto de mi vida y un intenso dolor porque yo no quería hacerlo, pero por pacto debía. Durante muchos meses guardé la copa rota, se había partido en la base, había quedado el pie y la copa; invertí la copa, para que cobijara en su interior al pie, y así quedó, a la vista de todos, en la biblioteca, como adorno, como alerta, como una advertencia: Esto no era lo que vos querías.
Mamá sólo me regaló dos copas de ese juego, y sé que eran las dos últimas, y también sé que ella prefirió que fuera yo testigo de cómo dos copas cuando están juntas no se rompen al mismo tiempo, nunca, sino por separado.
Y así pasó muchas veces; he tenido objetos muy valiosos, que debí destruir, tal vez por amor a mi madre, y por nuestro pacto de romper, una lo que no puede la otra.

Pienso en lo frágil, en lo que queda después de un acto irreversible; pienso cómo se transforma repentinamente en lo opuesto, o peor, en algo absolutamente ajeno a lo que era, no es copa, no es nada.
__
La copa del final by Vanesa Guerra, 1996
Metáforas del lunar conyugal, 2000

No hay comentarios: