sábado, 26 de mayo de 2007

Inercia

Inercia

Aún te veo de espalda, tengo taquicardia y mientras esperamos que la mujer abra la puerta, no dejo de mirarte el culo. Tu culo me importa poco, aunque tenga buena forma y por las noches te sueñe echada y deseándome. Tengo taquicardia, pues no confío en este proyecto, porque a pesar de tu buena parla aniñada y profesional, esta vieja que tanto necesitamos suele estar borracha y con ganas de no recibir a nadie. A ver si me entendés, cuando te pedí que me sacaras del pozo entregué mi orgullo e inevitablemente, supe que eras linda y que chorreabas sensualidad y tristeza por todas partes. Y yo sé que vos también lo supiste.

La vieja nos abre la puerta, se acerca y presiento que no podré hablar y como tantas otras veces dejaré todo en manos de una mujer. Tal vez pensás que presto atención a la entrevista, me parece que la manejás bien, sin embargo no puedo tomar contacto, es la taquicardia y esa inagotable obsesión de mirarte la espalda y el cuello, que no es mejor que el de Laura. De todas formas, siento que te quiero ahora, que esto es en vano, que el disfraz nos supera y que deberíamos resolver nuestro afán de progreso en una cama.

La vieja se despide con su vaso de vidrio a cuestas y vos te das vuelta esperando mi sonrisa.
La finjo.
La vieja cierra la puerta vieja como ella, y yo me aferro a las rejas de hierro y miro la casona y recuerdo otras casas y otras rejas y a mi ex mujer.
Vamos, decís, vamos a casa y transcribamos esto.
Y te miro y pienso en tu casa, en el ventanal, y en el sol de este invierno que hace cada día más corto y más tonto.
No hay tiempo.
Y estamos en tu casa y fumé algunos cigarrillos en el viaje, mientras te hice preguntas de rutina para rescatar palabras que ahora olvidé, porque francamente, a esta altura, el proyecto no me interesa.

Estoy al acecho, al borde, logro ponerte incómoda. Me gusta verte incómoda, es una vaga cosquilla, una mano que detiene lo amargo. Tu estilo me seduce, lo percibís y comenzás con las vueltas.
Preparás té.
Yo escribo, cualquier cosa, sobre una vieja enferma que no tiene recursos, pero sólo pienso en desvestirte y me esfuerzo para que no me gane la nostalgia, me esfuerzo para no enfrentarme con lo que perdí hace poco cuando decidí separarme. Avanzo contra el dolor, te miro, corro tu pelo con la birome. Ya terminé, leélo.
Te levantás, leés por encima de mi hombro y puedo olerte, tu pelo me roza y lo dejo, aunque me tape la hoja, te huelo y me quedo. Es un instante, tomás el manuscrito y te vas al living, reís y te vas, como siempre.
El ventanal me mira, creo que tengo urgencia por irme a casa.
Me gusta, decís, y hablás del reportaje y del concurso. Sospecho que vos tampoco escuchaste a la vieja. Pero no me animo a preguntar, entonces cambio de idea y me sirvo otro té, y vuelvo a mirarte con ganas.
Suena el teléfono, te replegás en él, tu mano juguetea con el cable mientras arreglás un encuentro, la inercia me atonta, me siento mal, la tarde termina y se escurre. Me paro, no soporto estar acá pero me descubrís a través del espejo porque te estoy espiando. Cortás. Empiezo a hablar, no sé que digo, pero te hablo y vos estás ahí, seria. Quédate, decís.
Me acerco y nos besamos. Ahora todo es más estúpido. Nos desnudamos sobre el sillón. La estupidez me puede. Quiero irme, pero estoy caliente. Me hablás de amor, te hablo de amor, no pienso, te estoy cogiendo sobre el manuscrito y se arruga el tiempo y la espera y añoro mi historia y probablemente todo siga en el mismo sitio.
________
Inercia
by Vanesa Guerra, 1995
Metáforas del lunar conyugal, 2000

No hay comentarios: